Diego Velázquez. Gentileza: Gustavo Gorrini. |
Autor de un único libro que fuera bien
recibido en el ámbito literario, el personaje de Escritor fracasado
-relato de Roberto Arlt (1900-1942)- irá
fabulando estrategias para no desmerecer aquel primer logro. La escritura
rebelde y lúcida de Arlt, narrador,
dramaturgo y periodista, capturó al actor marplatense Diego Velázquez al punto
de animarlo a escribir la adaptación
para el teatro. Intérprete de la obra, dirigida por la actriz Marilú Marini -
quien reside en Francia desde la década del '70, y regresa periódicamente a la Argentina- acaba de reestrenar Escritor... en la
Sala Luisa Vehil del Teatro Nacional Cervantes. Un espectáculo frontal, libre
de prejuicios y actuado con picardía para recrear un texto de marcadas aristas,
áspero e irónico por la condición del personaje. Velázquez cuenta que descubrió
este relato tras su participación en la serie sobre Los siete locos
(novela publicada en 1929), y su continuación, Los lanzallamas (de
1931), adaptadas por el escritor Ricardo Piglia (1941-2017) y equipo; con
dirección de Fernando Spiner y Ana Piterbarg, emitida en 2015 por la TV Pública. Allí compuso a Remo Augusto Erdosain,
personaje que verá en el crimen una manera de trascender. “Cometer un crimen es
poner en funcionamiento todo el sistema carcelario, y él sería un criminal y no
un hombre gris, un humillado”, -apunta Velázquez-, quien en la traslación de Escritor...
introduce breves frases de Erdosain y el Astrólogo con la intención de
incorporar ideas a las que ya desarrolla el personaje en torno del cinismo y la
hipocresía que circulaba en el ambiente artístico y literario. El corto vuelo
de las palabras es también motivo de reflexión: "Qué pobre es la palabra para
expresar la angustia de lo que el hombre lleva adentro, pero no puedo dejar de
usarla"
--¿La opción ha sido sostener una prosa que fuera un “cross a la mandíbula”?
--Las palabras de Arlt están en la obra y
tienen la fuerza de esa frase. Nuestro propósito era encontrar un circuito
escénico que acompañara a sus palabras, las pusiera en movimiento y fueran
escuchadas. Porque ¿de qué sirve hablar y hablar y que el público no entienda?
Aquí no hay cuarta pared. Digo el texto mirando a la gente, porque en el teatro
es todo o nada, y en ese todo cabe pensar y reflexionar.
--¿También interpelar y esperar que el
público reaccione? Me refiero al agregado del final.
--Hicimos muchos ensayos con invitados, y
en el final de uno de ésos, con la obra ya terminada, el público permanecía en
silencio. Ahí reaccioné, y dije “aplaudan putos”, pero no por insolente. En ese
momento se coló el actor...
--El silencio no es necesariamente
rechazo, y más, cuando las palabras finales del texto de Arlt encierran una
verdad que incumbe a todos.
--El personaje reconoce que no escribirá
otro libro, y dice: ¿Para qué afanarse en estériles luchas, si al final del
camino se encuentra como todo premio un sepulcro profundo y una nada infinita?
Pero la frase final es “Y yo sé que tengo razón.”
--Admite su “fracaso”, no se conmueve y preserva su ironía.
--Mi intención era ir un poco en contra de
los aspectos más oscuros del personaje. Dejar que se fuera recomponiendo en
lugar de hundirse. La escena de las selfies coronando la banalidad es
parte de ese juego. Sabe que no tiene qué decir. Y tapa su fracaso armándose de
máscaras, mostrándose vanidoso o soberbio, crítico feroz o indiferente, y
anuncia proyectos inexistentes para disimular su vacío. Estos recursos le permiten salir a la
calle y enfrentar a los otros como si fuera un personaje rico en ideas y no un
hombre gris. Y lo hace con total impunidad.
--¿Buscó a través del trabajo corporal
diferenciarse de otras puestas sobre textos de Arlt?
--No concibo el trabajo actoral desde otro
lugar que no sea también el físico. Cuando me instalé en Buenos Aires, en 1996,
estudié en la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático) y después no volví a
tomar clases de actuación sino de danza para actores, donde encontré más
herramientas para actuar que en las de actuación. Marilú también tiene esa
formación, por eso nos entendimos bien desde el primer momento. Y fue
importante, porque no tuvimos demasiado tiempo de ensayo, aunque yo tenía el
texto muy presente. No era cuestión de estudiarlo de memoria sino asociarlo a
la cantidad de acciones que tengo en la obra, a las intervenciones en las que
me dirijo al público, y a las muchas ganas de transmitir el texto, que tiene
párrafos complejos, proféticos y poéticos que no desechamos, aun sabiendo que
debíamos acortar.
--Otra humorada del personaje es
anunciar su proyecto sobre la no-acción, sugerencia de un amigo “botarate”.
--”Quien más que yo podía escribir aquellas líneas de angustiosa
verdad”, dice, sabiendo que no puede impedir que los otros escriban. Por eso
toma como suyo el “decálogo de la no-acción”.
Plantea lo opuesto a la famosa
frase de Arlt sobre la “prepotencia de
trabajo”. Es como si Arlt hubiera visto en este personaje a su enemigo, al que
entiende y usa como protagonista de su cuento para decir lo que piensa,
incluyendo en esa crítica a los escritores que lo bastardeaban. Emilio Renzi,
el personaje-escritor, alter ego de Ricardo Piglia (cuyo nombre completo
es Ricardo Emilio Piglia Renzi), repara ese bastardeo: “Cualquier maestra de la
escuela primaria, incluso mi tía Margarita, puede corregir una página de Arlt,
pero nadie puede escribirla”.
--Arlt mismo se refería a la crueldad y
el servilismo de su época, a estar asistiendo al “crepúsculo de la piedad”...
--Los textos de Arlt no son fáciles de
leer. Requieren un lector activo dispuesto a involucrarse. Uno entra a su
literatura por un camino oscuro habitado por personajes roídos, pero hay otros,
y muy fuertes, que intentan zafar de una vida gris. En Escritor... hay
un texto revelador: “No podía resignarme
a ser una anónima partícula silenciosa que en la noche se sumerge en el sueño
colectivo mientras otros hombres trabajan dichosos su hermosura.” La
comparación del personaje es con el que brilla, y la mirada está puesta siempre
en los otros y en cómo los otros lo miran a él. Y nos pasa a todos: desde el
inicio de un derrotero, tanto el éxito como el fracaso estará marcado por la
mirada de los otros.
"Escritor fracasado", de Roberto Arlt.
Intérprete:
Diego Velázquez
Adaptación teatral: Marilú Marini y Diego Velázquez
Escenografía y vestuario: Oria Puppo
Iluminación:
Oria Puppo y Omar Possemato
Música original: Nicolás Sorín
Dirección:
Marilú Marini
Lugar: Sala
Luisa Vehil del Teatro Nacional Cervantes
Libertad 815, CABA. Teléfono: (011)
4815-8883
Funciones: de jueves a domingo a las 18.
Hasta el 20 de mayo
Localidades: 180 pesos. Descuento de 50% a
jubilados, docentes, estudiantes e instituciones públicas con
acreditación.
“Creo que jamás será superado el feroz
servilismo y la inexorable crueldad de los hombres de este siglo. Creo que a
nosotros nos ha tocado la horrible misión de asistir al crepúsculo de la
piedad, y que no nos queda otro remedio que escribir desechos de pena, para no
salir a la calle a tirar bombas o a instalar prostíbulos”.
Roberto Arlt Autobiografía.
Editorial Claridad (1929).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario