jueves, 27 de junio de 2019

LA VIDA DESGARRADA. Estreno de Colaboración / Tomar partido, de Ronald Harwood

Osmar Núñez y Boy Olmi. Crédito: Carlos Furman.

El terror que invalida y trastorna pero no destruye la creación artística articula dos obras del sudafricano Ronald Harwood (Ciudad del Cabo, 1934), donde se retoman aspectos de la avanzada nazi en la vida y la cultura de los perseguidos bajo el régimen de Adolf Hitler (1933-1945). Obras que, dirigidas por Marcelo Lombardero (cantante y régisseur), con traducción de Jorge Fondebrider (ensayista, poeta y periodista), se ofrecen en continuado en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín. Se trata de Colaboración (2002) y Tomar Partido (1995), títulos que anticipan un recorrido histórico, político y en cierta medida filosófico por aquello de cómo vivir o sobrevivir en sociedades totalitarias. Una puesta que aun siendo abarcadora no se detiene en las atrocidades que se conocen a través de lo narrado por los sobrevivientes de la Shoá, pues el  eje es aquí la actitud que valiosas personalidades del ámbito musical tomaron frente al régimen.

Experiencias que atravesaron fronteras y que en escena estallan entre evidencias y dolorosas transformaciones. Es el caso del clima y la queja con visos de derrota que se advierte ya en el inicio de Colaboración (años 1931 y 1932, Salzburgo, Viena);  y la “pelea” en Tomar Partido, donde se alude con mayor énfasis a aquellos artistas que en la etapa posterior al régimen y ante un tribunal de “desnazificación” (diferente al juicio de Nüremberg; Baviera), desarrollado entre 1945 y 1946) se aferran a la vertiente estética de sus trabajos para justificar la ceguera ante una realidad cruel.

Inexorable, la sombra de la culpa lastima a los personajes centrales y se extiende a distintas y discutidas personalidades por falta de compromiso o por adherir al régimen nazi. Algunos persistieron como el compositor alemán de óperas Hans Pfitzner que no quiso ser desnazificado por las fuerzas de ocupación. 

Si permanecer en el poder responde a la ambición de quienes creen merecerlo, la realidad será siempre distorsionada. Y esto es, en parte, lo que tal vez observe el espectador de esta valiosa puesta. Una experiencia que cuenta con aciertos en el cambio de estilo y ritmo impreso a una y otra obra y en las destacadas actuaciones del elenco, en especial las de Osmar Núnez (en los roles del compositor Richard Strauss y el director Wilhelm Furtwängler) y Boy Olmi (componiendo al escritor austríaco Stefan Zweig y al Mayor Steve Arnold). Enriquecedora es también la bella y a la vez austera escenografía de Gastón Joubert, la música y la asistencia del equipo técnico.   

El ámbito de la polémica sobre la necesidad de “tomar partido” se da aquí básicamente en Alemania y Austria, territorios donde la música de vanguardia era estigmatizada por el nazismo. De ahí el calificativo de “degenerada”que se extendía a otras expresiones de la cultura. Es así que tanto en Colaboración como en Tomar Partido se menciona a artistas de diferente ideología, y no todos convertidos en personajes. Sí lo son el compositor Richard Strauss y el compositor y director Wilhelm Furtwängler, quien estuvo a cargo de la Filarmónica de Berlín entre 1922 y 1945, y en etapas posteriores. En su defensa alegó haber protegido a judíos.

En la posguerra, las dudas y las evidencias arreciaron sobre creadores de otras disciplinas en otro tiempo admirados. La cineasta Leni Riefensthal aún es recordada por su película sobre las Olimpíadas de 1933 en Berlín y por no haber intentado salvar de los campos de exterminio a los gitanos que utilizó en su película Tierras bajas (Tiefland). Diferente fue el caso del director de cine Fritz Lang (Viena 1890- Los Ángeles 1976), elogiado por Joseph Goebbel, ministro de propaganda nazi. Admiración que no impidió que fuera prohibido y huyó a Francia en 1933. Entre tanta destrucción vale recordar aquí Memorias, de Lotte Eisner, ensayista e historiadora de cine, autora de La pantalla diabólica, que falleció en 1983 en París, donde se exilió en 1933. En Memorias  escribió: “Tuve una vez un hermoso país”.  

En cuanto a la puesta en la Sala Casacuberta, también importa reflexionar sobre la defensa o disculpa de un Richard Strauss apasionado por su trabajo y por su insistencia ante las autoridades para que lo dejaran continuar sus composiciones de ópera con el escritor judío Stefan Zweig.
La animosidad que despertara en su tiempo Herbert von Karajan reaparece en la posguerra por su autoritarismo y por haber estado afiliado al nacionalsocialismo. Pero también a este director le hallaron gestos, como el de dirigir composiciones de autores judíos. Objeciones que acaso le surjan al espectador interesado en hallarlas, sean éstas polémicas o no y según sus conocimientos. Las crueldades del nazismo le harán decir al personaje Zweig “esto va a estar peor; nos buscan..” Entonces era una realidad y hoy es la reformulación de un planteo que no envejece: ¿cómo vivir allí donde los dueños del poder destruyen?.   


FICHA

Obra: Colaboración / Tomar Partido
Autor: Ronald Harwood
Traducción: Jorge Fondebrider

Elenco de Colaboración: Osmar Núñez, Lucila Gandolfo, Boy Olmi, Romina Pinto, Sebastián Holz, Néstor Sánchez
Elenco de Tomar Partido: Romina Pinto, Boy Olmi, Sebastián Holz, Néstor Sánchez, Lucila Gandolfo, Osmar Núñez.
Cantante: Vicky Gaeta
Pianista: Mariano Manzanelli
Violinista: Agostina Sémpolis
Diseño y puesta de sonido y video: Gabriel Busso y Marcelo Manente
Iluminación: Horacio Efrón
Vestuario: Luciana Gutman
Escenografía: Gastón Joubert
Dirección: Marcelo Lombardero

Lugar: Teatro San Martín, Corrientes 1530 (CABA) 0800-333-5254
Funciones: de miércoles a domingo a las 19.30
Entradas: miércoles y jueves 70 pesos; viernes, sábado y domingo 140 pesos 
Boletería: 54 (0351) 433-2312
Duración de la obra 180 minutos con un intervalo 


sábado, 1 de junio de 2019

CERTEZAS EN JAQUE. SOBRE "ESTRATEGIA DE LA LUZ", DE ADRIANA GENTA


Sucede a veces que texto y vida se unen. “Estrategia de la luz es un legado”, apunta una de las actrices entrevistadas tras este estreno en el Teatro Celcit. Su autora, Adriana Genta, deja aquí “señas de identidad” e inquietudes que interesa no soslayar. Nacida en Montevideo (Uruguay) en 1952, adoptó la nacionalidad Argentina tras instalarse en 1974, y falleció en Buenos Aires el 9 de febrero de 2017. Dramaturga premiada, actriz, guionista de cine y radio e investigadora teatral, supo de la buena recepción de sus obras en teatros de América y Europa. Un primer incentivo de Estrategia... es preguntarse ¿cuál es esa luz? ¿Es la pista de un fenómeno místico? Y esto porque los personajes son aquí la monja carmelita Teresa de Ávila, que nació en 1515, murió en Alba de Tormes (Salamanca) en 1582, y fue canonizada como Teresa de Jesús. 

El otro personaje histórico de esta obra es la destronada reina Juana de Castilla y Aragón, nacida en Toledo en 1479, a quien su propia familia consideró insana y recluyó en Tordesillas (Valladolid) desde 1509 hasta su muerte en 1555. Si bien no hay testimonio de que estas dos mujeres se hayan tratado, la autora ideó un encuentro posible, dando espacio al dolor de una Juana atormentada por su encierro, sus llagas y el padecimiento del desamor, y a una joven monja dispuesta a entregar afecto a esa soberana de 76 años que delira. Si algo podía acercarlas es aquello que con cierta ligereza suele denominarse comprensión. 

Es así que la obra condensa situaciones de furia y derrota, acaso necesarias para develar realidades interiores. “Verdades” que trasmiten con intensidad la actrices Teresita Galimany y Laura D'Anna en los roles de la reina Juana y Teresa de Ávila, las dos compañeras de escena en otras obras y en puestas de la actriz chilena Verónica Oddó y del recordado Juan Carlos Gené, dramaturgo, actor y docente, quien fuera director del Celcit hasta su muerte, espacio hoy conducido por el dramaturgo, docente e investigador teatral Carlos Ianni. La dirección de Estrategia... es del premiado actor y director peruano Alberto Ísola, conocedor de la producción de Genta y director de Estrella negra, una de sus obras estrenada en Lima (Perú).

Sin duda el tema de la luz recorre la obra, asunto que no se limita a los creyentes. Pensadores de toda época le dedicaron tiempo y debate en textos y propuestas teóricas. Filosofías de la luz y la oscuridad, discutidas alusiones a lo bello y lo tenebroso, y percepciones sobre las que se explayan las actrices en esta entrevista.

Laura D'Anna: -Esa luz de la que habla el texto se abre paso desde el inicio, desde los intentos de Teresa por aliviar los males físicos y mentales de Juana hasta el momento en que Teresa siente caer sus certezas y dirá “no puedo más”. Ese despojamiento es sabiduría.


Teresita Galimany: -Porque lo que intenta dar no es un simple consuelo. La “luz que hace camino” en la obra va más allá de si quien la busca es creyente o no. La reina que deseaba al hombre con el que la casaron de joven (el archiduque austríaco Felipe el Hermoso) acabará diciendo que no quiere hablar más de él, ni de sus traiciones ni de su muerte. Por eso, cuando deja de maltratar y burlarse de la monja que le ofrece acompañarla en el final de su vida, le pedirá ayuda. En ese momento también habrá “verdad” porque allí son sencillamente dos mujeres “desprovistas”, una de la corona y otra de la cruz.

--Finalmente libre de prejuicios...

D'Anna: -Sí, porque Teresa no llega a eso por deber, por cumplir una supuesta misión de Dios, o porque se lo ha encomendado su confesor Francisco de Borja, también confesor de Juana. En la obra la luz identifica a un encuentro verdadero.

Suele decirse que el escepticismo es inútil y el dogmatismo dañino. ¿A qué se debe la resistencia a no dudar de las “verdades” propias?

D'Anna: -Es una forma de creerse más inteligente que aquél otro que piensa distinto. Una puede decirle a alguien “bueno, vos pensás eso, pero yo te voy a querer igual”. Otras veces se actúa así por soberbia. Pero no hay que desarmarse ante la resistencia del que cree tener todas las verdades. Esto también aparece en la obra, y “bordado” con mucha delicadeza por la autora.

Galimany: -Eran diferentes, pero vivieron situaciones parecidas: se desconfiaba de ellas, aunque a Teresa de Ávila, que escribió tanto, y entre los últimos libros Las Fundaciones (sobre la reforma de los conventos), después la convirtieran en Santa. No se llevaban bien con las instituciones que les había tocado, y el patriarcado dominante trató de “esconderlas”. A Juana se la confinó en una torre y a Teresa se la criticó mal. Es interesante ver en esta obra cómo, partiendo de experiencias tan distintas, conectaron con lo esencial de cada una.

¿Lo esencial como aquello que cada persona guarda en su interior y no es develado?

D'Anna: -Cuando leí la obra y me acerqué al personaje de Teresa sabía que era una poeta mística del Siglo de Oro Español, y fue difícil sacarme de encima al gran personaje. Después de una segunda lectura pensé en el cuidado de la persona que acompaña a morir a otro, y en lo que viví con mi mamá. Pensé en esa larga agonía donde uno tiene que bancarse los olores, los desplantes, los sufrimientos, las broncas... Situaciones de las que también habla esta obra. Y es cierto eso de lo esencial. En la obra, Teresa de Ávila, mi personaje, dice “No he podido llegar al Castillo Interior de su alma”. El concepto “Castillo Interior” es contundente. Ese Castillo está en Las Moradas, el último libro que escribió y donde Teresa no se aparta de la idea de que las monjas se instruyan, sepan leer y escribir y no se hagan las “distraídas” con ellas mismas. Que conozcan su interior para conocer el interior de los otros.

Actitud deseable también en otros ámbitos...

Galimany: -La historia ha revisado la figura de Teresa y también la de Juana, sobre todo en los últimos tiempos. Durante décadas Juana fue “La Loca” encerrada en una torre. Hasta hubo una película, en blanco y negro, de la época franquista, que era terrible. Se ha revisado cuánto de locura había en ella, y qué locura. Lo que había era en realidad una mujer de 30 años a la que le cae la corona encima, porque no era la heredera pensada para la corona. Tuvieron que morir tres antes que ella. Tampoco Juana tenía intencióm de ser reina. Cuando la nombran estaba en perfecta condiciones de asumir. Pero ¿qué pasó?: su padre primero, su marido después, que muere; y después su hijo vieron que encerrarla era lo mejor para sus propios intereses. Por supuesto, después de estar cuarenta y seis años encerrada, cualquiera enloquece. La encierran con su hijita recién nacida y después se la quitan. Ella resistió esto, y creo que tenía una entereza enorme. Sabía en qué situación se encontraba. Después fue buscando excusas: mis hijos no me visitan porque viven en tierras lejanas... y otras negaciones. El texto de Adriana muestra esa soledad y la dificultad de Juana para admitir que una monja empatice con ella. Cualquiera que haya vivido situaciones de enfermedad con locura o demencia precoz o Alzheimer sabe lo tremendo que es vivir con eso. Esta Juana delira pero también dice verdades y el daño que sufre no es por amor sino por desamor. “Nadie me amó -dice mi personaje-, salvo ese abrazo de mi madre, una vez, y nadie más”. Adriana tenía el deseo de destacar a las mujeres fuertes, y fue fiel a sus historias. Lo que escribe en Estrategia … es verídico. La diferencia es que lo ofrece de manera poética. El día del estreno en el Celcit, su compañero nos decía: “Todavía hoy no puedo creer cómo Adriana escribió esto dos años antes de su muerte”. Claro, es lo que ella vivió. Después de cierto recorrido por la vida, creo que todos hemos pasado por esto de acompañar a alguien hasta el final. Adriana había vivido lo que cuenta la obra, y después lo vivió en ella. Por eso digo que Estrategia de la luz es su legado.


Ficha

Obra: Estrategia de la luz
Autora: Adriana Genta
Elenco: Teresita Galimany y Laura D'Anna
Dirección: Alberto Ísola
Escenario y vestuario: Alejandro Mateo
Iluminación: Soledad Ianni
Música original: Osvaldo Aguilar
Coreografía: Franklin Dávalos
Lugar: Teatro Celcit, Moreno 431 (1091) Buenos Aires
Funciones: los sábados a las 20.

Realización de vestuario, peluca, escenografía
y asistencia de escenografía: Titi Suárez, Miriam Manelli,
Jorge Crapanzano y Myriam Argüello
Asistencia de producción: Rocío Solange Bari.
Producción ejecutiva en Bs.As.: Mercedes Kreser.
En Lima: Juan Carlos Adriánzen
Producción ejecutiva: Carlos Ianni
Asistencia de dirección: Andrea Albano