martes, 11 de septiembre de 2018

EN MEMORIA DE CARLOS GARAYCOCHEA: APRENDER CON UNA SONRISA

        (Entrevista publicada en el diario Página/12 el 13 de septiembre de 2011) 

La vida laboral de Carlos Garaycochea está en el dibujo humorístico, pero eso no lo privó de adueñarse de otros espacios. El público de teatro, los televidentes y radiooyentes saben de su destreza en el humor, el dibujo y la pintura. Es por su labor en radio que Argentores lo homenajeó, sin olvidar la totalidad de una trayectoria plena de significados, de amigos y colegas a los que este artista recuerda con especial cariño. Así lo hizo al recibirnos en su casa, donde atesora cuadros y esculturas de esos seres que sigue admirando y fueron y son parte de su historia personal.  El crítico Rafael Squirru ha escrito maravillas en un texto sobre sus obras calificadas de abstractas; un mundo de células en movimiento entre pinceladas que corren como ríos. El encuentro con Garaycochea se convierte en una visita guiada por sus obras y la de esos queridos que no olvida. Generoso, describe los originales en detalle y el catálogo en el que se han impreso algunos de sus trabajos en acrílico sobre hardboard, tela, cartón, fibrofácil y papel de diario. En su taller, materiales como los tubos de cartón del papel higiénico o el papel de cocina se transforman. Y no bromea cuando dice con humildad -como si el arte fuera el oficio de todos- que “la magia de la creatividad transforma en permanente un objeto que hubiera sido desechado”.

“La letra queda como una pintura más”, sostiene ante los universos que ha creado sobre diarios, dominados, al igual que los otros materiales, por un equilibrio que se reconoce interior y exterior: “Imaginemos qué sucedería si no existiera el equilibrio”, apunta, mientras selecciona dos ejemplares de Catalina (Ediciones Comix) que entrega a la fotógrafa y a esta cronista. En la tapa, Catalina lee complacida un texto cuyo título es una guía: Cómo ser feliz sin sufrir demasiado.  “Ella es una mujer independiente, de esta época, que en lugar de tener en su casa un perro o un gato cuida a un pececito que llama Moby Dick para darle importancia”, ilustra Garaycochea. El de Argentores no fue el único reconocimiento. Sus ex alumnos planeaban otro. “El día que nos reunimos para organizarnos me creí Brad Pitt, por los aplausos. El tema era armar una clase como la de veinte años atrás. A veces, uno recoge lo que sembró.”

-¿Por qué prendió tanto el dibujo humorístico?

Tuvimos buenos maestros, algunos inmigrantes o hijos de inmigrantes. Y seguimos teniendo artistas excelentes, como Oscar Grillo, que estuvo conmigo en la Escuela Panamericana de Arte y en algunas revistas. Se radicó en Londres. Acá hay muy buenos ilustradores, pero no son promocionados. Egresé de la Escuela Nacional de Bellas Artes  en 1949 y tuve como compañeros a Antonio Pujía, Norberto Filevich, que tenía algo de un Woody Allen. Murió muy joven, un grabador fenomenal. También Elio Gagliardi y Aldo Severi. Entre mis profesores estaban Alejandro Sirio y Eugenio Daneri. Todos tenemos en nuestras casas un rincón donde nos sentimos mejor que en cualquier otro. En un rincón ideal no debiera faltar un sillón inglés, un perro peludo para acariciar, un libro de Charles Dickens, Oliver Twist,  por ejemplo, y un cuadro de Daneri.

-Fue una época fecunda...

Aprendíamos de esos profesores, y a veces mucho más de los alumnos, por su interés y ambiciones artísticas. Treinta años después de haberme recibido en Bellas Artes (en Las Heras y Callao), entré allí como profesor y vi que estaban los mismos yesos de mi época de estudiante. A una escultura le faltaba la nariz, a otra una oreja. Pensé y lo dije, ¿por qué no hacer una réplica, por lo menos para que se las vea enteras? Mi propuesta parecía la de un revolucionario. Me hicieron la guerra porque llevé dos o tres ideas que tenían lógica. Al final, me fui. Al año siguiente, me ofrecieron un cargo de profesor y contesté que no quería estar en un lugar donde para lograr algo debía pelearme.

-¿Pelea seguido?

No. Si tengo que pelear con un tipo no cuento hasta diez ni hasta cien, sino mucho más, pero si llego hasta mi límite y estoy seguro de lo que digo y tengo que matar, mato. Además, ya tenía mi escuela, donde trato con profesores que son mis amigos. No tomo cargos para hacer guita. Siempre quise aprender, y sigo aprendiendo. Hay que tratar, eso sí, que a uno lo respeten. Me molesta que la TV -un medio tan importante para difundir las artes plásticas, la literatura y todo lo que nos enriquece- sea lo que es. Ni yo ni mi mujer, María Marchi, que es actriz e investigadora especialista en Anton Chéjov, somos figura en ningún medio, tampoco en un diario. ¿Será porque no escandalizamos? José Marchi, hermano de María, es profesor en mi escuela y uno de los cinco mejores pintores que tiene el país. Expuso con Carlos Alonso, trabajó con Gutiérrez Zaldívar... Ser actriz o actor tiene una ventaja, porque al terminar una función, cuando dan todo en el escenario, sienten que el púbico los ama. En el teatro, lo mío es medio raro, porque yo enfrento al público como si hablara con uno solo. Voy a divertirme y no sufro pánico escénico.

-¿Es una forma de crear complicidad?  En Humorcochea, proponía que el espectador rescatara algo de sí dibujándose, y para eso entregaba un bolígrafo y una hoja en blanco, donde debía copiar lo que usted dibujaba sobre un tablero.

Estar al frente de una clase facilita el contacto y la complicidad. En la Escuela doy clases de tres horas. En las dos primeras digo que haremos y oriento, y en la tercera nos ponemos a trabajar. Es un ejercicio de buen humor. En otras, pido que cada uno lea su respuesta a un planteo previo y recién después leo la mía, que por supuesto tiene que ser la más graciosa. Corro el riesgo de que otro me gane, ¡pero nos llevamos bien! La mejor manera de aprender es con una sonrisa, sabiendo que uno es un ignorólogo. Esto que parece una broma es algo serio. Son más las cosas que ignoro que las que sé, así como sé que no podemos modificar algunas cosas desagradables.

-¿Se desalienta?

No, porque tengo salidas. Escucho música clásica, invento y descubro. Ese tiempo que dedico a lo que me gusta es mío, y no lo cambio. Esta es una época en que la tecnología avanza rápido y todos podríamos ver maravillas, pero en general estamos recibiendo lo peor.  También en el trabajo, porque en muchas actividades se pone en primer lugar al amigo, el cuñado o el vecino, y no se toma en cuenta la calidad.
En el diario Crítica tuve compañeros de gran nivel. Jorge D' Urbano, crítico musical, un genio, me regaló una grabación extraordinaria de Las estaciones, de Glazunov. No olvidé nunca aquel gesto. Yo me había comprado un Winco y él prometió regalarme el primer disco. En Crítica alcancé a ver a uno de los más grandes dibujantes: Pascual Güida.  Alberto Breccia  me había dicho “tenés al lado a Güida, miralo bien porque es un maestro”. Crítica era un diario que andaba a los tumbos. No se sabía de quién era ni yo estaba en política. Pero me dije que en algún momento cerrraba. Empecé a llevarme los papeles a casa. Un día fui al archivo y saqué 40 dibujos míos. Pensé: si me pagan devuelvo los dibujos, y si no me pagan ya los cobré. Hice bien, porque cerraron el diario.   

-¿Y qué pasó?

Me sirven para las clases. Si no los sacaba se lo hubieran comido las ratas. Hoy los ven mis alumnos y podemos estudiar con ese material.

-¿Era un problema preservar los originales?

Sí. hoy quedan en la computadora. En eso tengo una pelea con los más pibes, porque usan la computadora para pintar. Pero todavía quedan dibujantes artesanos, como Mordillo, Caloi y yo mismo, que necesito de los dedos para trabajar. No me molesta que los colores me queden en las uñas. El exceso de técnica conspira contra la calidad e intensidad de la obra.

-¿Qué proyecta por afuera del dibujo?

Tengo cuatro o cinco ideas que creo divertidas. Una es un espectáculo para mi mujer y Edda Díaz. Y tengo más propuestas, pero ahora viajo a Bahía Blanca a presentar un libro sobre humor vasco, tengo cuarenta dibujos sobre humor vasco, y me queda escribir un cuento, de media página, sobre algún gran papelón que haya hecho en mi vida.

domingo, 9 de septiembre de 2018

LEER EN LA CIUDAD NOVELA

La vida extraordinaria, en el Cervantes

Alternar el relato con la escenificación de experiencias vividas o noveladas es apenas uno de los planteos de Aurora Cruz y Blanca Fierro, personajes de La vida extraordinaria, premiada obra de Mariano Tenconi Blanco que protagonizan Valeria Lois y Lorena Vega. Dispuestas a evocar con humor debilidades y fortalezas propias, Aurora y Blanca disparan reflexiones, bromean y muestran una tenaz predilección por la lectura, camino y refugio que conduce y ampara. Vuelcan sus sentimientos en una curiosa  antología de poetas patagónicos y guardan sus experiencias en sendos diarios íntimos. Aventura o estrategia para fijar el tiempo y sumergirse en un paisaje compartido, el de una Ushuaia en la que transcurrieron sus primeros años y adonde pueden volver.

Historia circular en la que Lois y Vega destacan por una actuación donde los gestos son tan significativos como las palabras, y por la destreza que imprimen al ritmo escénico.
Se iniciaron en el teatro siendo adolescentes y estudiaron con maestros representativos de la escena.  Lois tuvo acceso a las clases y talleres de Hugo Midón, Pompeyo Audivert, Ciro Zorzoli, Alejandro Tantanian, Paco Giménez y otros. Uno de sus últimos trabajos es La Mujer Puerca, de Santiago Loza, dirigida por  Lisandro Rodríguez.  Vega ha coincidido con algunos de esos maestros. Se formó con la directora e investigadora Nora Moseinco, estudió con Mauricio Kartun y realizó cursos de dirección. Su trabajo más reciente es  Yo, Encarnación Ezcurra, de Cristina Escofet, dirigida por Andrés Bazzalo. Las dos conformaron el grupo Equipo Sanguíneo, junto a Martín Piroyansky y Juan Pablo Garaventa, estrenando obras entre 1999 y 2007. 

Entrevistadas en uno de los camarines del Teatro Cervantes y a poco de iniciar una función de La vida extraordinaria, puntualizan aspectos de la obra. Vega señala una frase dicha por Aurora, actuada por Lois: “Donde no hay nada original, lo único original es todo”. Y ofrece una interpretación. “La obra pasa por momentos en los que nos sentimos reflejados e interpelados en relación a los hijos y los padres, y a la pérdida de los padres. Y también a la vocación, como aquí la escritura, y a aquello tan deseado a veces como la vuelta al hogar. Ante una situación, una puede decir que le pasa lo mismo que a otro. Eso no es original, pero lo que sí  es singular y le pasa a cada uno es 'todo'.  Porque cada quien le da a un relato su propia voz y arma así su identidad”. 

--¿La ficción incide en lo que creemos ser?

Lorena Vega: Soy de las que se preguntan sobre el sentido de lo que hago y digo, y pienso que algo tiene sentido para mí cuando me está vibrando. Estas mujeres de la obra tienen relación con lo artístico y escriben. Es una manera de dejar algo, de “sellar” una mirada sobre las cosas, grabar un instante... Ellas guardan un tesoro: la amistad que también valoro. Una puede en algún momento de su vida reencontrar al amigo o la amiga y sentirse como en casa. Desde hace años soy amiga de Valeria, y trabajamos juntas. Por eso digo que si alguien quiere saber un secreto mío que la acorrale a Valeria. El amigo o la amiga colabora en eso de pelear en contra de la fugacidad. Es alguien que guarda un poquito de uno. Algo que no se evaporó.

--¿Esa pelea se relaciona también con la muerte? Pregunto por La vida... recordando Todo tendría sentido si no existiera la muerte, otra obra de Tenconi Blanco. Se supone que, justamente, porque existe la muerte es imperioso darle sentido a la vida... 

Valeria Lois: Para nosotras La vida... empieza a tener peso y recorrido a medida que la interpretamos. No es lo mismo antes de estrenarla que en este momento. Nos modifican mucho las palabras que decimos. Mi sensación es que la interpretación nos hace reflexionar distinto sobre la muerte y sobre otros hechos, y es interesante hacerlo ahora. Aurora y Blanca viven muy intensamente y lo vuelcan  en palabras que a la vez tienen cuerpo, porque ellas están muy presentes en eso que les pasa.. 
  
--Ádemás del enlace entre lo que se dice y hace está la música en vivo. ¿Qué les aporta?

Vega: La música terminó de armarnos las atmósferas que necesitábamos para cada escena.  

Lois: Sentimos que nos abarca, como en el  cine abarca la banda sonora. Los videos circulan aparte, y a espaldas de Blanca y Aurora.   

Vega: Estas mujeres atraviesan distintas épocas, aunque en las primeras escenas se las muestra instaladas estéticamente en los años '50, después se las ve en un pasado más cercano hasta llegar  al presente. En ese recorrido ellas descubren aspectos interesantes, y vemos que hacen lo imposible para no limitar sus sentimientos. En ellas no hay censura.   

Lois: Tienen capacidad de resiliencia, de renacer a pesar de las dificultades y las tragedias. Y eso ayuda a la amistad que comparten. 

--Amistad que necesita ser cuidada...

Lois: Hay distintas calidades de amistad, Hay personas a las que una no ve desde hace tiempo y la actualización es  inmediata, y otras que nos resultan indiferentes.  

--Esa resiliencia o renacer que mencionan es una constante en el texto...¿Se buscó destacarla?  

Vega: Mariano tuvo muy presente a su abuela al escribir la obra, y también a su mamá.
Pero no es lo único. Mariano es muy joven y un gran lector. Su escritura y su manera de observar a las personas pertenecen a una generación más actualizada que la de los personajes de esta obra. El material muestra una época anterior pero cruzada por lo contemporáneo y el relato fragmentado, nada lineal, es el de una dinámica actual. Eso del corte, de ver algo y “pasar rápidamente a otro canal” es característico en su generación. 

Lois: Que a nosotras nos propone un ejercicio actoral buenísimo. Cuando leímos la obra pensamos que tenía formato de radioteatro y podía resultar estática, y no fue así. Terminó siendo otra. y muy estimulante. .

--Tal vez porque escapan de la ficción sin quebrar la historia. Por ejemplo, en los comentarios dirigidos al público y en la escena de furia casi trágica en la que Blanca, excedida, dice “Perdón, me pasé”.

Vega. Justamente, legalizamos la convención. La gente ve el truco escénico. Ve que entramos a una situación y después salimos, como en las escenas en las que una actúa y otra la mira esperando que termine para hacer su parte.

Lois: Las dos venimos de hacer unipersonales. Lorena  estrenó “... Encarnación...” y yo La  Mujer Puerca. Obras en las que hay una relación con el público. Nos hacemos cargo de que el público está  ahí, y eso es sano para todos. 

--El texto hace referencia a un “país inventado”, al universo, al nacimiento del mundo y a Ushuaia y su paisaje. ¿Visitaron la ciudad de sus personajes?

Vega: Estuve en el Sur pero no allí.

Lois: Yo sí, pero sólo un día, y tuve la impresión de encontrarme en el Fin del Mundo, que no lo es, pero una lo vive como real. Es un lugar único. Impresiona ver el comienzo de la noche y la llegada del día... Una se siente sola en el Universo.  

La vida extraordinaria

Autor: Mariano Tenconi Blanco
Elenco: Valeria Lois y Lorena Vega
Voz en off: Cecilia Roth
Músicos en escena: Elena Buchbinder y Ian Shifres
Coreografía: Jazmín Titiunik
Diseño audiovisual:  Agustina San Martín
Música original y dirección musical: Ian Shifres
Iluminación: Matías Sendón
Vestuario: Magda Banach
Escenografía: Ariel Vaccaro
Dirección: Mariano Tenconi Blanco
Asistencia de dirección: Ana Calvo
Producción: Yamila Rabinovich
Lugar: Teatro Cervantes, Libertad 815 CABA . Tel. (54 11) 4818- 4224.
Funciones: de jueves a domingo a las 21.
Boletería: miércoles a domingo de 10 a 22.
Ùltima función 23/09/2018

sábado, 1 de septiembre de 2018

RESCATAR PARA NO "PATINAR EN EL VACÍO"

La Zaranda y "Ahora todo es noche"
“Estropeado” diagnostican los médicos forenses al observar el cadáver. “No habrá vivido bien el hombre”. La escena queda atrás y los personajes médicos de La Zaranda, ya sin sus ropajes blancos y asépticos,  son otros. Seres que en la sala de un aeropuerto manipulan valijas y carritos. Viajeros hacia “ninguna parte” defienden el espacio que les permite seguir vivos. La Zaranda (antes de Jerez de La Frontera y hoy de Ninguna Parte) es teatro puro y se aferra a aquello que quiere comunicar: la experiencia vital de los desamparados, con sus rencillas y humor y estrategias de disimulo: la de aparentar que esperan un vuelo, indignarse ante un retraso e incluso saludar a la distancia, como si despidieran a un familiar o un amigo. Se observan con recelo, sueltan frases y opinan. Entienden cuál es la diferencia entre armar una protesta y protestar de verdad y saben que en lo más hondo se acumulan el miedo y el dolor. Son los que vemos “tirados por todas partes”. Un “diferente” es el cesanteado que aún conserva saco y corbata, y dice que lo suyo es “transitorio... una  mala coyuntura”. Sólo desea compartir el cobijo de un techo de cartón, porque hace frío y habrá lluvia. ¿Será que “cuando se pierde el techo se toca fondo”? 

En sus cuarenta años de actividad grupal, La Zaranda,  que supo traer poco más de diez obras, no se desentiende del público de la Argentina y esta vez presenta en el Teatro Picadero de Buenos Aires  Ahora todo es noche (Liquidación de existencias). Espectáculo que rescata e ilumina a sus personajes mendigos, acercándolos simbólicamente a otros célebres perdedores en distinto tiempo y forma: a Segismundo de La vida es sueño, personaje central de esta obra de Pedro Calderón de la Barca; a  Rey Lear, de William Shakespeare, y al Prometeo de la mitología griega que arrebató el fuego a los dioses.

En esta entrevista el autor e iluminador Eusebio Calonge; Francisco Sánchez o Paco de La Zaranda, actor, creador del espacio escénico y director; y los actores Gaspar Campuzano y Enrique Bustos reflexionan, entre otros temas, sobre la búsqueda de la libertad, urgente también en los mendigos de  Ahora todo es noche.  

Eusebio Calonge:  La búsqueda de la libertad es una constante en el lenguaje de La Zaranda, y no me refiero a la libertad en un sentido político, que muchas veces se petrifica en términos sociales, sino a la de la propia existencia: ver dónde se halla uno en ese compromiso con el otro. Estamos en condiciones de elegir, de  poder mirar más allá del tiempo que nos toca vivir o quedarnos en un único momento de espacio y tiempo.

Francisco Sánchez: En El grito en el cielo esa búsqueda se hacía atravesando jaulas y en ésta una red cloacal. La libertad es belleza, amor con mayúscula y algo a lo que el hombre sabe que puede aspirar. Ser libre es  poder escapar de uno mismo, liberarse de la cárcel a la que a veces nos conduce la razón. La libertad es como el vuelo. Y ése, creo, es el sentido de nuestro teatro. Al perseguir la libertad, lo primero que tienes que hacer es ser obediente a la búsqueda que te lleva a ella. 

Calonge: Existe en nosotros la “necesidad” de sentirse humano y vinculado con el otro. Ésa, creo, es la médula del teatro: la idea de que la semilla pueda germinar y lo que hacemos sirva para elevarnos. Esa esperanza es vital. Por eso no estamos de acuerdo cuando algunos utilizan el término nihilismo para refrendar nuestro trabajo.

¿Por qué asociaron simbólicamente a estos mendigos con personajes célebres nacidos en el teatro y la mitología? A Segismundo, Rey Lear y Prometeo.  

Calonge: Porque son clásicos y, a su manera, reyes y mendigos. Seres abandonados por el propio entorno social, como los deshauciados de estos tiempos, donde podemos incluir a los que no saben o no quieren buscarse a sí mismos. A aquellos a los que se les venden “maquinitas” que llenan ese vacío. Para reflexionar o tener una mirada hacia la belleza no es necesario consumir ese tipo de material.

La mendicidad y la miseria han existido siempre. ¿Qué diferencia a la que hoy conocemos?

Calonge: Pienso en la miseria del espíritu, porque parece no existir una reflexión generalizada sobre el devenir y lo que se nos muestra y consumimos es, simplemente, un futuro tecnológico.

Sánchez: No creo que haya que comparar épocas. La miserias humanas han sido siempre las mismas. Lo que veo es que hoy se tiene miedo a mendigar, porque en el fondo el que mendiga cree que puede tenerlo todo pero no lo tiene. Tiene conciencia de lo que le falta. Por eso hoy es todo o nada, porque  eso es lo que la sociedad establece, y lo que nos hace sentir más desgraciados.

¿Intentan reflejar una situación común a varios países?

Gaspar Campuzano: En esto tendríamos que hacer diferencias, porque, por ejemplo, la mendicidad en un país como India es milenaria. En los países de occidente han habido períodos de gran decadencia económica, aunque en algunos existía una clase media importante que resistía, pero esa clase media poco a poco se fue destruyendo, y algo de eso es lo que estamos viendo en la calle.

Sánchez: Lo que verdaderamente me interesa en nuestra obra es la parte metafórica de esa mendicidad. El público verá esa otra  mendicidad de la calle, y de  la que hablamos, porque es necesario que se vea. Pero, en mi opinión, la única manera de no ser cómplice de esa real mendicidad social es “elevarla”. Por eso la transformación de los personajes en Segismundo,  Prometeo y Rey Lear. Con la  escena de la actuación de los mendigos, quisimos elevar a esos seres, darles grandeza y no quedarnos en un único plano social, porque la “altura” de la obra podrá lograrse a través de un buen trabajo, pero no es suficiente ni tampoco la única altura.

Calonge: Dar grandeza a esos mendigos es defenderlos de ese estado de penuria extrena, tan dura que uno puede ver coartado el impulso de escribir. Pero luego, cuando uno piensa que dejar lo que vemos en ese nivel de cartón, suelo y mugre es no defender un postulado sino ser cómplice de la maquinaria que intenta obtener más poder, cuando entendemos eso el impulso de escribir se restablece. No hacerlo sería “patinar en el vacío”.

Propósito que en la obra se magnifica al incorporar música...

Calonge: Había que entronizar esa escena. Darle solemnidad y elegimos un fragmento de la obertura de Samson y Dalila, (Dieu!), de Camille Saint-Saëns. 

Distintos pero vitales son los pasajes musicalizados con un bolero...

Calonge: Eso fue muy curioso porque estábamos ensayando con esa música grabada por La Sonora Matancera. Es Quién será  cantado por Nelson Pinedo. Un día quise saber qué había sido de la vida del bolerista y supe que mientras nosotros lo escuchábamos durante el ensayo Pinedo había muerto en un albergue de indigentes. A veces la creación es magnética y la eternidad se instala en  nuestro tiempo.

¿Cómo es el público de una compañía en permanente gira?  

Calonge: A veces sorprende a quién y cómo puedan llegar las obras. Saberlo es muy necesario porque da sentido a nuestro trabajo. Para algunas personas La Zaranda ha sido importante, no por la Zaranda obviamente, sino porque en un momento de su vida le ha llegado una frase, una imagen, un “algo” determinado de nuestras obras. En Montevideo hemos recibido muchos de esos testimonios.  

Sánchez: Uno no hace teatro pensando en un público determinado. Después de Argentina, vamos a Colombia, regresamos a España y partimos al Festival Internacional de Toga, en Japón. Lo hermoso del teatro es que  puede reunir a personas de distinta condición social y de todas las edades. Nuestra suerte es contar con un público muy heterogéneo.

Calonge: En Buenos Aires y en algunas provincias hay cultura teatral. Pero hemos hecho teatro en ferias de pueblo, en México, en Aguascalientes, y el resultado ha sido muy bonito. Como decía el escritor y filósofo Miguel de Unamuno, “cuando escribes llegas al alma del espectador que la tenga.”.  Porque hay espectadores desalmados, ¿no? 
 
Sánchez:  A alguna gente no le gusta cuando el teatro sirve para mirarse al espejo. Y a veces pasa que prefiere el marco. Al espejo hay que buscarlo dentro de uno. La mayoria de las veces,  el espectador no quiere mirarse en ese espejo porque le da miedo. Algunas personas dicen ante lo que les molesta: “esto es muy fuerte”, y lo apartan, como si fuera algo ajeno.  Pero en el momento en que la  persona entra en lo que ve y abre su alma, ahí siente que puede interrogarse. Vivimos en una época en la que la gente no quiere eso y prefiere entrar a Internet y ver qué se dice de ella y por lo tanto “quién es”.

¿Qué se intenta mostrar con el personaje del empleado cesanteado?

Enrique Bustos:: Ese personaje es el que hace de nexo con el público, y posiblemente el nexo más cercano. Es un poco el anzuelo, porque quien se haya visto en una situación semejante puede que se sienta identificado y entre mejor al “mundo” que planteamos en la obra. Saber que somos vulnerables nos hace entender mucho más cómo podemos llegar a una situación semejante. 

Ahora todo es noche (Liquidación de existencias)
por La Zaranda, Teatro Inestable de Ninguna Parte

Texto: Eusebio Calonge
Actuación:  Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez
Iluminación: Eusebio Calonge
Espacio escénico: Paco de la Zaranda
Música: Dieu! Dieu! D'Israel! Obertura de Samson y Dalila, de Camille Saint-Saëns
Quién será (bolero). Nelson Pinedo con La Sonora Matancera
Dirección: Paco de la Zaranda
Producción: Sebastián Blutrach
Lugar: Teatro Picadero. Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857.          
Funciones: sábado a las 22.15 y domingo a las 21 hs.