Osmar Núñez y Boy Olmi. Crédito: Carlos Furman. |
El terror que invalida y trastorna pero no
destruye la creación artística articula dos obras del sudafricano Ronald
Harwood (Ciudad del Cabo, 1934), donde se retoman aspectos de la avanzada nazi
en la vida y la cultura de los perseguidos bajo el régimen de Adolf Hitler
(1933-1945). Obras que, dirigidas por Marcelo Lombardero (cantante y régisseur), con traducción de Jorge Fondebrider (ensayista, poeta y periodista), se ofrecen
en continuado en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín. Se trata de Colaboración
(2002) y Tomar Partido (1995), títulos que anticipan un recorrido
histórico, político y en cierta medida filosófico por aquello de cómo vivir o
sobrevivir en sociedades totalitarias. Una puesta que aun siendo abarcadora no
se detiene en las atrocidades que se conocen a través de lo narrado por los
sobrevivientes de la Shoá, pues el eje
es aquí la actitud que valiosas personalidades del ámbito musical tomaron
frente al régimen.
Experiencias que atravesaron fronteras y
que en escena estallan entre evidencias y dolorosas transformaciones. Es el
caso del clima y la queja con visos de derrota que se advierte ya en el inicio
de Colaboración (años 1931 y
1932, Salzburgo, Viena); y la “pelea” en
Tomar Partido, donde se alude con mayor énfasis a aquellos artistas que
en la etapa posterior al régimen y ante un tribunal de “desnazificación”
(diferente al juicio de Nüremberg; Baviera), desarrollado entre 1945 y 1946) se
aferran a la vertiente estética de sus trabajos para justificar la ceguera ante
una realidad cruel.
Inexorable, la sombra de la culpa lastima a
los personajes centrales y se extiende a distintas y discutidas personalidades
por falta de compromiso o por adherir al régimen nazi. Algunos persistieron
como el compositor alemán de óperas Hans Pfitzner que no quiso ser
desnazificado por las fuerzas de ocupación.
Si permanecer en el poder responde a la
ambición de quienes creen merecerlo, la realidad será siempre distorsionada. Y
esto es, en parte, lo que tal vez observe el espectador de esta valiosa puesta.
Una experiencia que cuenta con aciertos en el cambio de estilo y ritmo impreso
a una y otra obra y en las destacadas actuaciones del elenco, en especial las
de Osmar Núnez (en los roles del compositor Richard Strauss y el director
Wilhelm Furtwängler) y Boy Olmi (componiendo al escritor austríaco Stefan Zweig
y al Mayor Steve Arnold). Enriquecedora es también la bella y a la vez austera
escenografía de Gastón Joubert, la música y la asistencia del equipo
técnico.
El ámbito de la polémica sobre la necesidad
de “tomar partido” se da aquí básicamente en Alemania y Austria, territorios
donde la música de vanguardia era estigmatizada por el nazismo. De ahí el
calificativo de “degenerada”que se extendía a otras expresiones de la cultura.
Es así que tanto en Colaboración como en Tomar Partido se
menciona a artistas de diferente ideología, y no todos convertidos en
personajes. Sí lo son el compositor Richard Strauss y el compositor y director
Wilhelm Furtwängler, quien estuvo a cargo de la Filarmónica de Berlín entre
1922 y 1945, y en etapas posteriores. En su defensa alegó haber protegido a
judíos.
En la posguerra, las dudas y las evidencias
arreciaron sobre creadores de otras disciplinas en otro tiempo admirados. La
cineasta Leni Riefensthal aún es recordada por su película sobre las Olimpíadas
de 1933 en Berlín y por no haber intentado salvar de los campos de exterminio a
los gitanos que utilizó en su película Tierras bajas (Tiefland).
Diferente fue el caso del director de cine Fritz Lang (Viena 1890- Los Ángeles
1976), elogiado por Joseph Goebbel, ministro de propaganda nazi. Admiración que
no impidió que fuera prohibido y huyó a Francia en 1933. Entre tanta
destrucción vale recordar aquí Memorias, de Lotte Eisner, ensayista e
historiadora de cine, autora de La pantalla diabólica, que falleció en
1983 en París, donde se exilió en 1933. En Memorias escribió: “Tuve una vez un hermoso país”.
En cuanto a la puesta en la Sala
Casacuberta, también importa reflexionar sobre la defensa o disculpa de un
Richard Strauss apasionado por su trabajo y por su insistencia ante las
autoridades para que lo dejaran continuar sus composiciones de ópera con el
escritor judío Stefan Zweig.
La animosidad que despertara en su tiempo
Herbert von Karajan reaparece en la posguerra por su autoritarismo y por haber
estado afiliado al nacionalsocialismo. Pero también a este director le hallaron
gestos, como el de dirigir composiciones de autores judíos. Objeciones que
acaso le surjan al espectador interesado en hallarlas, sean éstas polémicas o
no y según sus conocimientos. Las crueldades del nazismo le harán decir al
personaje Zweig “esto va a estar peor; nos buscan..” Entonces era una realidad
y hoy es la reformulación de un planteo que no envejece: ¿cómo vivir allí donde
los dueños del poder destruyen?.
FICHA
Obra: Colaboración / Tomar Partido
Autor: Ronald
Harwood
Traducción: Jorge
Fondebrider
Elenco de Colaboración: Osmar Núñez, Lucila Gandolfo, Boy Olmi, Romina Pinto, Sebastián
Holz, Néstor Sánchez
Elenco de Tomar Partido: Romina Pinto, Boy Olmi, Sebastián Holz, Néstor Sánchez, Lucila
Gandolfo, Osmar Núñez.
Cantante: Vicky
Gaeta
Pianista: Mariano
Manzanelli
Violinista: Agostina
Sémpolis
Diseño y puesta de sonido y video: Gabriel Busso y Marcelo Manente
Iluminación: Horacio Efrón
Vestuario: Luciana
Gutman
Escenografía: Gastón Joubert
Dirección: Marcelo
Lombardero
Lugar: Teatro
San Martín, Corrientes 1530 (CABA) 0800-333-5254
Funciones: de miércoles a domingo a las
19.30
Entradas: miércoles y jueves 70 pesos;
viernes, sábado y domingo 140 pesos
Boletería: 54 (0351) 433-2312
Duración de la obra 180 minutos con un
intervalo
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