¿Cuánto más queremos a Julio
Cortázar tras asistir al espectáculo sobre este “gran cronopio”?
El relato de Ana Padovani, narradora, actriz, psicóloga, música y
ensayista, condensa aquí estudio e investigación, logrando atrapar
a los espectadores del Celcit con anécdotas, sucesos y secuencias
actuadas. Una de éstas la del regocijante diálogo entre Pepe Arias
y Niní Marshall. Y esto sin “desentenderse de los datos
biográficos”. En esta evocación, síntesis de una vida intensa,
su dibujo es el de un ser querible, que sin duda lo fue más allá de
las controversias que generó en algunos sectores sociales por sus
ideas políticas. Cortázar, como autor, y es sabido que como
persona, atravesó las barreras linguísticas, produjo una
transformación en la literatura latinoamericana e inventó un
lenguaje musical, el glíglico destinado a los enamorados. Por poner
sólo un ejemplo de su vasta producción en cuento, novela, poesía,
teatro y ensayo, el impacto que produjo su novela Rayuela
(1963), desató apasionadas reflexiones sobre el lenguaje y activó
el pensamiento de estudiosos, críticos y lectores.
Desechado un primer nombre (Mandala),
Rayuela plasmaba “un orden desordenado” (según el
ensayista e historiador valenciano Andrés Amorós), y proponía otro
juego, aquel en el cual “el juego será como el destino, una
conjunción de destreza más azar”, feliz apunte del poeta y
crítico literario argentino Saúl Yurkiévich (La Plata 1931-
Francia 2005) en La isla final (Ultramar, varios autores).
Y qué decir de los cronopios, palabra
tomada de Historias de Cronopios y de Famas, de
Cortázar; quien a su vez los define como “individuos
dotados de una constructiva noción del absurdo”, en La vuelta
al día en ochenta mundos (1967).
Nacido en Bruselas (Bélgica) el 26 de
agosto de 1914 de padres argentinos con ascendencia vasca, francesa y
alemana, su familia regresó a la Argentina cuando tenía cuatro
años, y creció en Banfield. Fue maestro de escuela, profesor y
traductor, y entre otras ciudades vivió y trabajó en Bolívar y
Chivilcoy. Escribió desde niño, y siendo muy joven publicó sonetos
(Presencia, 1938) con el seudónimo de Julio Denis. Sus
primeros trabajos en prosa recibieron influencia de los autores que
admiraba.
Padovani señala en esta entrevista la
disposición al aprendizaje: “Era muy curioso, interesado en todo,
y lo siguió siendo de adulto. Lector ávido, inteligente y con una
gran cultura. En 1946, Jorge Luis Borges le publicó el relato breve
Casa tomada en el periódico literario Anales de Buenos
Aires. Vivió en una época muy particular y cuando partió a Europa
y se radicó en Francia (en 1951), mantuvo gran amistad con el
director de cine François Truffaut, el cineasta español Luis Buñuel
y otros grandes creadores. Estuvo en Europa en el momento adecuado:
el poeta mejicano Octavio Paz y el escritor peruano Mario Vargas
Llosa estaban entre sus más íntimos amigos”.
--¿Qué destacaría de la
personalidad de Cortázar?
--Su integridad, su nobleza. A mí me
toca particularmente su sencillez. Me conmueve su enorme humildad, su
modestia.
--¿Y la obsesión por París?
--La tuvo siempre. Antes de su primer
viaje, había armado un mapa de la ciudad. Se costeó el viaje, y con
esfuerzo, porque no era hombre de dinero. Notable fue también su
ayuda a la familia. Estaba muy pendiente de las mujeres que tenía a
su cargo: madre y abuela, hermana y tía. Su padre había abandonado
la casa cuando él era niño. Otro aspecto importante fue el vínculo
que mantenía con nuestro país. Viviendo en Francia, decía que el
francés era su lenguaje de día y el argentino, el de la noche,
incluidos sus sueños: “soñaba en argentino”.
--En esos años, la cultura francesa
arraigaba en diferentes sectores de la sociedad argentina y en los
intelectuales y artistas...
--Hay que tener en cuenta las
limitaciones que se daban en nuestro país, y el momento histórico.
Vivió en Francia, pero nunca acabó de irse.
--Lo manifiesta, y con una
mordacidad que duele en Carta abierta a la patria (…
te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo/ saldrá de
este sentir. Hoy es distancia, fuga,/...)
--Viajar o instalarse en París tenía
en algunos un carácter snob, pero no era así para los
verdaderamente interesados en la cultura.
--¿Qué la llevó a convertir
historias de vida en biorrelatos?
--Hace años, el Gobierno de la Ciudad
me llamó para realizar un trabajo en homenaje a los escritores de
los barrios Recoleta, Saavedra y Flores. Elegí a escritores
emblemáticos: a Victoria y Silvina Ocampo, porque Silvina vivió en
la avenida Alvear; a Julio Cortázar por Saavedra (vivió en
Agronomía); y a Roberto Arlt por Flores. En otra etapa, investigué
sobre la poeta Alfonsina Storni, el cuentista uruguayo Horacio
Quiroga, y Niní Marshall. Así nació la idea de armar un ciclo.
Comencé investigando sobre los textos y después sobre las vidas,
todas apasionantes. Los textos debian ser atractivos y guardar una
ética. Como todos, ellos han tenido debilidades, y hay que saber qué
se muestra y cómo.
--¿Obtuvo testimonios de gente
cercana a ellos?
--No hay mucha gente viva que pueda dar
testimonio directo. Para las Ocampo, me aportó mucho la escritora
María Esther Vázquez, colaboradora y biógrafa de Borges que
falleció en marzo de este año. Una mujer lúcida y con muy buena
memoria. También fueron importantes los testimonios de Ivonne
Bordelois, que es poeta, lingüista y autora de ensayos. Ella es
inteligente y muy formada.
--¿Qué intenta transmitir con
estas historias?
--Que el público se interne en esos
mundos, y los sienta más cerca. Guardo un sentimiento muy particular
por la memoria, los recuerdos, los afectos, y no me olvido de nadie.
Estos biorrelatos evocan una época que es nuestra. La de los cafés
de Buenos Aires, por ejemplo, donde se reunían intelectuales y
grandes artistas. Saber de esos encuentros es entrar en otra
dimensión, y me emociona. Saber que Alfonsina Storni era muy amiga
de Quinquela Martín, como lo conté en otro relato, y que la
disuadía de su relación con Horacio Quiroga es parte de los
entretelones de la vida de aquellos que no están en el bronce, que
son humanos, con sus grandezas y pequeñeces.
--En el biorrelato sobre Cortázar
habla de una personalidad que reproduce actitudes semejantes en los
lugares en los que vivió.
--Sí, eso pienso. Reproducir esos
ámbitos era acercarse a las personas que le ofrecían amistad y le
aportaban conocimientos. Era un apasionado de la lectura, el jazz, el
box y la música clásica. Las amistades fueron importantes en su
vida, como su matrimonio con Aurora Bernárdez; su trabajo como
traductor en la Unesco, la difusión de sus libros, el descubrimiento
de Rayuela y esa idea de que “para llegar al cielo se
necesita una piedrita y la punta del zapato”. Era un ser noble, lo
demostraba en sus sentimientos hacia la escritora y fotógrafa
estadounidense Carol Dunlop, con quien escribió Los autonautas de
la cosmopista (publicado en 1983, el año anterior a su muerte);
y en su honestidad política y vinculación con la Argentina, a la
que se sentía “pegado como un chicle”.
--¿Relaciona la búsqueda de un
ámbito familiar con la temprana ausencia del padre?
--Ese es un hecho de la vida de
Cortázar que se conoce poco, y sobre el que no quiso hablar.
Después de años, recibió una carta
donde su padre le pedía que no publicara con su nombre, porque,
llamándose iguales, los confundían. Cortázar (cuyo segundo nombre
es Florencio) se niega y le responde con una carta tan formal como la
de su padre. Estas cartas, como muchas otras de Cortázar, fueron
publicadas. Las dos interesan por su contenido y por la forma en que
uno y otro se expresan. No hay insultos ni groserías, aunque se
percibe que entre ellos no hay nada resuelto.
--¿Cuál es su próximo trabajo?
--Lo tengo estudiado pero no definido,
porque, además de lo que vengo desarrollando en torno a mi
especialidad, mi propósito es que el Ministerio de Educación me dé
la posibilidad de capacitar a nuestros maestros en la narración de
textos. Sería un avance más en educación.
Julio Cortázar, gran cronopio
Idea, texto e interpretación de Ana
Padovani
Ciclo biorrelatos
Lugar: Teatro Celcit, Moreno 431 CABA
Tel. 4342-1026
Funciones: domingos de noviembre a las
19 hs.
www.celcit.org.ar
Skype: celcit-argentina