lunes, 15 de agosto de 2016

LA ZARANDA. ESA RARA FUERZA DE COHESIÓN

La última peripecia de unos internos desahuciados devela aspectos de sociedades indiferentes ante aquellos que transitan el ocaso de sus días. Otra apuesta de los jerezanos de La Zaranda en su décima cuarta temporada en la Argentina, trayendo en cada visita una nueva producción.        




Gritar al aire, clamar en soledad, rebelarse…  El grito en el cielo, reciente estreno de La Zaranda en Buenos Aires, después de su paso por Montevideo, coloca al espectador en ambiente. El sonido de un monitor de hospital anticipa el despertar de unos personajes que dormitan en estructuras metálicas similares a jaulas; internos de un geriátrico sin posibilidad de reiniciar la vida. Es tiempo de partir. Así lo han diagnosticado los médicos, y quienes están cerca acomodan la conciencia y aprueban el descarte. Porque eso son los internos del geriátrico, hospital o clínica “de vanguardia”. Para los allí alojados, el destino es transformarse en contenido de una gran bolsa negra y ser trasladados a un depósito.  
      
En este regreso a la Argentina, con más de diez obras vistas en Buenos Aires desde mediados de los ’80, La Zaranda. Teatro Inestable de Andalucía La Baja agita asuntos que inquietan.  Esta vez desde la sala mayor del Teatro Nacional Cervantes, y hasta el próximo domingo 21. Con autoría e iluminación de Eusebio Calonge y dirección y diseño escenográfico de Paco de la Zaranda, guarda relación con El régimen del pienso (presentada en 2013), donde, entre otros temas, se apuntaba al descarte, referido entonces al ámbito laboral. Sin duda, en El grito… la pérdida es total, y el dolor difícil de mitigar. La indiferencia no se divulga. El enfermo o el anciano no protesta, y a veces los allegados y la sociedad misma, en tanto sistema, conforman a los que critican ofreciendo “cuidados paliativos”, no siempre apropiados ni generosos.   

El desafío parte de unos desahuciados que, cuando logran despegarse del atontamiento que les provocan los sedantes, retan al tiempo que les queda con bromas y alguna chanza intencionada, oxigenando el aire que huele a muerte. Se apropian de los intervalos permitidos por la médica o instructora que los disciplina, animándolos -y  en ocasiones, forzándolos- a seguir las reglas de un insólito manual de supervivencia. Los internos apenas pueden con sus cuerpos, y ejercitarse físicamente los ridiculiza.
       
Esa batería de paliativos y de terapias ajenas a la realidad que vive el enfermo terminal  o el anciano  exhausto resulta aún más torpe cuando se pretende acallar lo esencial en estos seres:   reconocerse como personas dispuestas a dejar atrás ese lugar que los cerca, y donde se los obliga a ejercitar malamente el cuerpo y parodiar textos clásicos. Una pieza para la polémica, en la que actúan Celia Bermejo, Iosune Onraita, Enrique Bustos, Gaspar Campuzano y Francisco Sánchez (Paco), los dos últimos, cofundadores del grupo en 1978, en Jerez de La Frontera (Cádiz).   
        
La obra fue mostrada  como trabajo en preparación en la residencia artística de la Bienal de Teatro de Venecia, a la que fue invitada La Zaranda; desarrollada luego en España y estrenada en el Festival Temporada Alta de Salt-Girona el  8 de noviembre de 2014, a un año de la muerte de Juan de La Zaranda o Juan Sánchez  (1954-2013), dramaturgo y cofundador del grupo al que hace  años se sumaron Bustos y Calonge. Premiados en encuentros y festivales de Europa y América, los integrantes de La Zaranda ofrecen producciones, donde, entre luces y oscuridades, destacan el anhelo de libertad, y su resguardo. El ansia de sentirse pleno  recuerda aquello que se decía en Homenaje a los malditos (estrenada en la Argentina en 2006): “Despierta… No se detiene en tus venas la esperanza”.
          
Las acciones ritualistas de El grito…,  los apuntes rápidos, breves, insuficientes para superar el daño que causa la postración y el encierro, y la música conforman un espectáculo coral, poético, de  cohesión entre las distintas artes. Por eso la elección de  fragmentos del poema  Manantial, de Federico García Lorca; la Obertura de la Ópera Tannhäuser, de Richard Wagner; su transcripción para piano, de Franz Liszt; mambos del cubano Dámaso Pérez Prado y el Himno Adoro Te Devote, de Santo Tomás de Aquino. En sincronía con las acciones, la música y las palabras sacuden el imaginario de los espectadores.  La música “persigue emociones” y los objetos adquieren categoría de símbolos. El vestuario (de Elisa Sanz) es sólo apariencia en los desahuciados que insisten en ser ellos mismos. Expresión de esto es la escena de “terapia teatral”, donde la instructora  los disfraza para el recitado. ¿Consuelo para aletargar el miedo? ¿De quiénes? Los que experimentan su declinación hasta la muerte se hallan lejos de esas “terapias”, aquí puestas en debate.  Un tema, como otros, que los creadores de  La Zaranda desarrollan sin apartarse de una  estética en la que el dramático vaivén entre fragilidad y fortaleza se reconoce en las observaciones sencillas, cotidianas, insertas en la obra. Frases y signos que se quiebran y pintan a estos artistas inconfundibles que llevarán  El grito… a Córdoba, Rosario, Santa Fe y Jujuy, y prometen regresar el próximo año con una nueva entrega.      
 
El grito en el cielo
Por  La Zaranda (“cernidor que preserva lo esencial”).
Teatro Inestable de Andalucía La Baja
Autor e iluminador: Eusebio Calonge
Dirección y diseño escenográfico: Paco de La Zaranda
Elenco: Celia Bermejo, Iosune Onraita, Enrique Bustos,
Gaspar Campuzano y Francisco Sánchez.
Lugar: Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815.
Funciones: miércoles a sábados a las 21, domingos a las 20.30. Hasta el 21/08
Localidades 200 pesos. Reservas: 4815-8883/6      


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