La última peripecia de unos internos desahuciados devela
aspectos de sociedades indiferentes ante aquellos que transitan el ocaso de sus
días. Otra apuesta de los jerezanos de La Zaranda en su décima cuarta temporada
en la Argentina, trayendo en cada visita una nueva producción.
Gritar
al aire, clamar en soledad, rebelarse… El grito en el cielo, reciente estreno
de La Zaranda en Buenos Aires, después de su paso por Montevideo, coloca al
espectador en ambiente. El sonido de un monitor de hospital anticipa el
despertar de unos personajes que dormitan en estructuras metálicas similares a jaulas;
internos de un geriátrico sin posibilidad de reiniciar la vida. Es tiempo de
partir. Así lo han diagnosticado los médicos, y quienes están cerca acomodan la
conciencia y aprueban el descarte. Porque eso son los internos del geriátrico,
hospital o clínica “de vanguardia”. Para los allí alojados, el destino es
transformarse en contenido de una gran bolsa negra y ser trasladados a un depósito.
En este
regreso a la Argentina, con más de diez obras vistas en Buenos Aires desde
mediados de los ’80, La Zaranda. Teatro Inestable de Andalucía La Baja agita asuntos
que inquietan. Esta vez desde la sala
mayor del Teatro Nacional Cervantes, y hasta el próximo domingo 21. Con autoría
e iluminación de Eusebio Calonge y dirección y diseño escenográfico de Paco de
la Zaranda, guarda relación con El
régimen del pienso (presentada en 2013),
donde, entre otros temas, se apuntaba al descarte, referido entonces al ámbito
laboral. Sin duda, en El grito… la
pérdida es total, y el dolor difícil de mitigar. La indiferencia no se divulga.
El enfermo o el anciano no protesta, y a veces los allegados y la sociedad
misma, en tanto sistema, conforman a los que critican ofreciendo “cuidados
paliativos”, no siempre apropiados ni generosos.
El desafío parte
de unos desahuciados que, cuando logran despegarse del atontamiento que les
provocan los sedantes, retan al tiempo que les queda con bromas y alguna chanza
intencionada, oxigenando el aire que huele a muerte. Se apropian de los intervalos permitidos por
la médica o instructora que los disciplina, animándolos -y en
ocasiones, forzándolos- a seguir las reglas
de un insólito manual de supervivencia. Los internos apenas pueden con sus
cuerpos, y ejercitarse físicamente los ridiculiza.
Esa batería
de paliativos y de terapias ajenas a la realidad que vive el enfermo
terminal o el anciano exhausto resulta aún más torpe cuando se
pretende acallar lo esencial en estos seres: reconocerse como personas dispuestas a dejar
atrás ese lugar que los cerca, y donde se los obliga a ejercitar malamente el
cuerpo y parodiar textos clásicos. Una pieza para la polémica, en la que actúan
Celia Bermejo, Iosune Onraita, Enrique Bustos, Gaspar Campuzano y Francisco
Sánchez (Paco), los dos últimos, cofundadores del grupo en 1978, en Jerez de La
Frontera (Cádiz).
La obra fue mostrada como trabajo en preparación en la residencia
artística de la Bienal de Teatro de Venecia, a la que fue invitada La Zaranda;
desarrollada luego en España y estrenada en el Festival Temporada Alta de
Salt-Girona el 8 de noviembre de 2014, a
un año de la muerte de Juan de La Zaranda o Juan Sánchez (1954-2013), dramaturgo y cofundador del grupo
al que hace años se sumaron Bustos y
Calonge. Premiados en encuentros y festivales de Europa y América, los
integrantes de La Zaranda ofrecen producciones, donde, entre luces y
oscuridades, destacan el anhelo de libertad, y su resguardo. El ansia de
sentirse pleno recuerda aquello que se
decía en Homenaje a los malditos
(estrenada en la Argentina en 2006): “Despierta… No se detiene en tus venas la
esperanza”.
Las
acciones ritualistas de El grito…, los apuntes rápidos, breves, insuficientes para
superar el daño que causa la postración y el encierro, y la música conforman un
espectáculo coral, poético, de cohesión
entre las distintas artes. Por eso la elección de fragmentos del poema Manantial,
de Federico García Lorca; la Obertura de
la Ópera Tannhäuser, de Richard Wagner; su transcripción para piano, de
Franz Liszt; mambos del cubano Dámaso Pérez Prado y el Himno Adoro Te Devote, de Santo Tomás de Aquino. En sincronía con
las acciones, la música y las palabras sacuden el imaginario de los espectadores.
La música “persigue emociones” y los
objetos adquieren categoría de símbolos. El vestuario (de Elisa Sanz) es sólo
apariencia en los desahuciados que insisten en ser ellos mismos. Expresión de
esto es la escena de “terapia teatral”, donde la instructora los disfraza para el recitado. ¿Consuelo para
aletargar el miedo? ¿De quiénes? Los que experimentan su declinación hasta la muerte
se hallan lejos de esas “terapias”, aquí puestas en debate. Un tema, como otros, que los creadores de La Zaranda desarrollan sin apartarse de una estética en la que el dramático vaivén entre fragilidad
y fortaleza se reconoce en las observaciones sencillas, cotidianas, insertas en
la obra. Frases y signos que se quiebran y pintan a estos artistas inconfundibles
que llevarán El grito… a Córdoba, Rosario, Santa Fe y Jujuy, y prometen regresar
el próximo año con una nueva entrega.
El grito en el
cielo
Por La Zaranda
(“cernidor que preserva lo esencial”).
Teatro Inestable de Andalucía La Baja
Autor e iluminador:
Eusebio Calonge
Dirección y diseño
escenográfico: Paco de La Zaranda
Elenco: Celia
Bermejo, Iosune Onraita, Enrique Bustos,
Gaspar Campuzano y Francisco Sánchez.
Lugar: Teatro
Nacional Cervantes, Libertad 815.
Funciones: miércoles
a sábados a las 21, domingos a las 20.30. Hasta el 21/08
Localidades 200 pesos. Reservas: 4815-8883/6
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