La actriz, narradora y psicóloga Ana
Padovani no abandona sus Biorrelatos y promete nuevas entregas a lo ya estrenado
en el Celcit. Su apuesta es relacionar de manera significativa vida y obra del
uruguayo Horacio Quiroga y trazar un
paralelo entre las hermanas Victoria y Silvina Ocampo.
El giro fantasioso que toman los personajes
de Roberto Arlt, el escepticismo rebelde y el humor incisivo que se desprende
de los textos y piezas teatrales de este autor y periodista despierta admiración en Ana Padovani, artista de sólida
formación, con importante trayectoria en la narración oral, a la que aporta
teatralidad e interpretación musical. Autora de textos teóricos, ha participado
en festivales y encuentros literarios internacionales, y ofrecido sus trabajos
tanto en escenarios como en escuelas y hospitales. De su admiración hacia Arlt (1900-1942), hacia la escritora y poeta
Alfonsina Storni (1892-1938) y la actriz y humorista Niní Marshall (1903-1996)
han nacido los Biorrelatos presentados recientemente en el Ciclo programado por el Celcit. La idea de
enlazar momentos únicos de la vida de estos creadores no acaba en ellos, pues
Padovani proyecta futuras puestas en torno a la figura del cuentista y poeta uruguayo
Horacio Quiroga (1878-1937); la narradora y poeta Silvina Ocampo (1903-1994) y la
escritora, traductora y editora Victoria Ocampo (1891-1979). Trabajos con
título y formato que adelanta en esta
nota, sumando apuntes sobre los Biorrelatos anteriores: “Arlt es
fundamentalmente conocido por sus aguafuertes, lo mismo que Alfonsina por su
poesía y Niní por su humor, pero en mis investigaciones hallé matices que creo
es importante valorizar, entrecruzando vida y obra”.
--Y
sin perder de vista la época…
--Por supuesto, los aguafuertes de
Arlt son pinceladas de vida, y su teatro, de una intensidad abrumadora. Busca
el contacto con su tiempo, como en Trescientos
millones y la escena del encuentro
de La Muerte con la sirvienta. Una escena de gran belleza y poesía.
--Que
estremece por los anhelos no cumplidos de la sirvienta, y porque da cuenta del
cinismo del entorno social.
--Una escena sólo posible en un autor
que tuvo una vida personal tortuosa y fue muy marcado por el padre. Marcas que
fueron explosionando en sus obras. Aquella era una época de vínculos y
relaciones a veces primarios entre las personas y entre la ciudad y extramuros.
Esto lo advertí incluso en los diarios de entonces; en el papel que se
utilizaba, en el color, la propaganda… Investigar en todo ese material, como lo
hice, ayuda a situarse en su tiempo.
--¿Ese
“estar en su tiempo” es afín a Alfonsina?
--Ahora que las mujeres hablan tanto
de feminismo es importante señalar la postura de Alfonsina, tan genuina y noble.
En ella es una actitud auténtica y consecuente, libre de la fachada mediática
de este tiempo. Defendió su embarazo,
crió a su hijo Alejandro y demostró ser valiente ante los prejuicios de su
familia y de la sociedad. Tuvo claro lo que quiso, sobrevivió a sus
vicisitudes y se enfrentó a la muerte, tan trágica y revestida de un halo
poético que perdura, porque había poesía en su vida. Cuando supo que tenía un
cáncer de mama terminal, organizó su vida y su muerte en función del tiempo que
le quedaba. Se despidió de todo y de todos. No quiso padecer el desgaste final.
Sentía que sólo la conduciría al sufrimiento. Aquella visión romántica de la
poeta que se interna en el mar por amores frustrados es una fantasía. Se sabe
porque dejó cartas. Se arrojó al mar desde una escollera. Un final muy pensado
y muy rápido. Descubrí a Alfonsina en estas
verdades y en sus poemas, sus obras de teatro y sus cuentos, publicados en el
diario La Nación, y menos en La Prensa. Estos creadores nos piden hablar de
ellos, como nos lo pide Niní y sus personajes.
--¿Qué
le atrajo de Horacio Quiroga y de las hermanas Ocampo?
--La vida de Quiroga está marcada de
modo llamativo por la tragedia. Era muy amigo de Alfonsina, y lo deprimió
enterarse de su muerte. Le había propuesto que se fuera con él a la selva. Pero
ella no quiso. No eran pareja, no había una relación amorosa, pero sí de fuerte amistad. Se los ha
estudiado por separado sin advertir que estaban realmente unidos. La historia
de vida de las Ocampo me apasionó. Trabajé el Biorrelato (Las Ocampo, dos
hermanas, dos destinos) mostrándolas en caminos opuestos, tanto en la producción de obras
como en la vida. Me pregunté de dónde venía esa diferencia… El padre había
puesto una carga excesiva en Victoria. Era la mayor de las hermanas y
concentraba todas las expectativas. Silvina, la menor, se había salvado de esa
carga, y no era presionada. Victoria tenía
una vida aparte, y por sus cartas sabemos que tuvo historias de amor increíbles.
--¿Qué
lugar ocupa hoy la narración oral?
--Es diferente en cada país y lugar,
pero sigue creciendo. No es lo mismo en Cuba que en Estados Unidos, donde la
inmigración es fuerte. El narrador oral trabaja tanto en escenarios como en
lugares abiertos. No hay fronteras para el arte. En Buenos Aires la tendencia es centrarse en
el aspecto literario y teatral, lo que no impide trabajar junto a otros que
prefieren los relatos tradicionales. A través del British Council, participé en
Londres de un espectáculo bilingüe, junto a Jan Blake, inglesa de origen
jamaiquino. Ella relató cuentos de
tradición oral del Caribe y yo literarios. Después, estrenamos en Rosario, La Plata y Buenos
Aires, en el Malba (Museo de Arte Latinoamericano).
--¿La
tendencia a lo literario supone olvidar los relatos tradicionales?
--No en mi caso, porque el origen
está en los cuentos de transmisión oral. El pasaje de la literatura a la
oralidad merece un trabajo tan delicado y complejo como el que realiza un buen
traductor y no el de quien se acerca salvajemente a la literatura. En los
encuentros y en mis participaciones en las ferias de libros insisto en esto. El
lenguaje merece respeto, y no convertir un texto literario en una simple
exhibición o en un show. Pasa, a veces, cuando la oralidad es considerada de simple
factura. Algunos, incluso, se apropian del cuento sin especificar la fuente. El
que escucha no sabrá nunca dónde está la riqueza original del relato.
--¿Qué particularidades ha observado en la narración oral?
--Por mis contactos en Francia -donde
hice talleres en París- y en España, donde trabajé, he observado que los
cambios más visibles se produjeron en París y Londres en la década del ’80 con
el ingreso de las narraciones africanas y árabes. ¡Maravillosas! Sin duda, la
inmigración hizo su aporte. La idea de llevar la narración oral a la escena
surgió cuando los africanos dieron a conocer su tradición a Europa. Esos narradores consiguieron trabajo, entraron
en el circuito de la cultura, y los ingleses y franceses recrearon sus propios espectáculos.
Los españoles, a pesar de su tradición, trabajan más con los textos literarios.
Los colombianos y cubanos poseen una rica tradición; y Uruguay ocupa un lugar
interesante. Estuve en Paysandú y en Montevideo, donde hay una movida, con
talleres y escuelas que participan de la Red Internacional de Cuentacuentos.
--¿Cuál
es la situación en la Argentina y de dónde proviene la discutida figura del
gaucho exagerado?
--Tenemos nuestros relatos sobre
leyendas indígenas, y otros con influencia española, publicados en colecciones
y en textos de investigación, pero al no tener una tradición tan rica los
narradores nos inclinamos por la literatura. El exagerado y mentiroso son
figuras de la picaresca española y de la Commedia dell’Arte. En nuestra
narrativa, un personaje del litoral con esas características es Paí Luchí,
sobre el que escribió la poeta y docente Laura Devetach. El pícaro Pedro
Urdemales (que en América Latina toma distintos nombres) viene de la tradición
española. Miguel de Cervantes lo transforma en personaje en una de sus comedias.
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