sábado, 1 de septiembre de 2018

RESCATAR PARA NO "PATINAR EN EL VACÍO"

La Zaranda y "Ahora todo es noche"
“Estropeado” diagnostican los médicos forenses al observar el cadáver. “No habrá vivido bien el hombre”. La escena queda atrás y los personajes médicos de La Zaranda, ya sin sus ropajes blancos y asépticos,  son otros. Seres que en la sala de un aeropuerto manipulan valijas y carritos. Viajeros hacia “ninguna parte” defienden el espacio que les permite seguir vivos. La Zaranda (antes de Jerez de La Frontera y hoy de Ninguna Parte) es teatro puro y se aferra a aquello que quiere comunicar: la experiencia vital de los desamparados, con sus rencillas y humor y estrategias de disimulo: la de aparentar que esperan un vuelo, indignarse ante un retraso e incluso saludar a la distancia, como si despidieran a un familiar o un amigo. Se observan con recelo, sueltan frases y opinan. Entienden cuál es la diferencia entre armar una protesta y protestar de verdad y saben que en lo más hondo se acumulan el miedo y el dolor. Son los que vemos “tirados por todas partes”. Un “diferente” es el cesanteado que aún conserva saco y corbata, y dice que lo suyo es “transitorio... una  mala coyuntura”. Sólo desea compartir el cobijo de un techo de cartón, porque hace frío y habrá lluvia. ¿Será que “cuando se pierde el techo se toca fondo”? 

En sus cuarenta años de actividad grupal, La Zaranda,  que supo traer poco más de diez obras, no se desentiende del público de la Argentina y esta vez presenta en el Teatro Picadero de Buenos Aires  Ahora todo es noche (Liquidación de existencias). Espectáculo que rescata e ilumina a sus personajes mendigos, acercándolos simbólicamente a otros célebres perdedores en distinto tiempo y forma: a Segismundo de La vida es sueño, personaje central de esta obra de Pedro Calderón de la Barca; a  Rey Lear, de William Shakespeare, y al Prometeo de la mitología griega que arrebató el fuego a los dioses.

En esta entrevista el autor e iluminador Eusebio Calonge; Francisco Sánchez o Paco de La Zaranda, actor, creador del espacio escénico y director; y los actores Gaspar Campuzano y Enrique Bustos reflexionan, entre otros temas, sobre la búsqueda de la libertad, urgente también en los mendigos de  Ahora todo es noche.  

Eusebio Calonge:  La búsqueda de la libertad es una constante en el lenguaje de La Zaranda, y no me refiero a la libertad en un sentido político, que muchas veces se petrifica en términos sociales, sino a la de la propia existencia: ver dónde se halla uno en ese compromiso con el otro. Estamos en condiciones de elegir, de  poder mirar más allá del tiempo que nos toca vivir o quedarnos en un único momento de espacio y tiempo.

Francisco Sánchez: En El grito en el cielo esa búsqueda se hacía atravesando jaulas y en ésta una red cloacal. La libertad es belleza, amor con mayúscula y algo a lo que el hombre sabe que puede aspirar. Ser libre es  poder escapar de uno mismo, liberarse de la cárcel a la que a veces nos conduce la razón. La libertad es como el vuelo. Y ése, creo, es el sentido de nuestro teatro. Al perseguir la libertad, lo primero que tienes que hacer es ser obediente a la búsqueda que te lleva a ella. 

Calonge: Existe en nosotros la “necesidad” de sentirse humano y vinculado con el otro. Ésa, creo, es la médula del teatro: la idea de que la semilla pueda germinar y lo que hacemos sirva para elevarnos. Esa esperanza es vital. Por eso no estamos de acuerdo cuando algunos utilizan el término nihilismo para refrendar nuestro trabajo.

¿Por qué asociaron simbólicamente a estos mendigos con personajes célebres nacidos en el teatro y la mitología? A Segismundo, Rey Lear y Prometeo.  

Calonge: Porque son clásicos y, a su manera, reyes y mendigos. Seres abandonados por el propio entorno social, como los deshauciados de estos tiempos, donde podemos incluir a los que no saben o no quieren buscarse a sí mismos. A aquellos a los que se les venden “maquinitas” que llenan ese vacío. Para reflexionar o tener una mirada hacia la belleza no es necesario consumir ese tipo de material.

La mendicidad y la miseria han existido siempre. ¿Qué diferencia a la que hoy conocemos?

Calonge: Pienso en la miseria del espíritu, porque parece no existir una reflexión generalizada sobre el devenir y lo que se nos muestra y consumimos es, simplemente, un futuro tecnológico.

Sánchez: No creo que haya que comparar épocas. La miserias humanas han sido siempre las mismas. Lo que veo es que hoy se tiene miedo a mendigar, porque en el fondo el que mendiga cree que puede tenerlo todo pero no lo tiene. Tiene conciencia de lo que le falta. Por eso hoy es todo o nada, porque  eso es lo que la sociedad establece, y lo que nos hace sentir más desgraciados.

¿Intentan reflejar una situación común a varios países?

Gaspar Campuzano: En esto tendríamos que hacer diferencias, porque, por ejemplo, la mendicidad en un país como India es milenaria. En los países de occidente han habido períodos de gran decadencia económica, aunque en algunos existía una clase media importante que resistía, pero esa clase media poco a poco se fue destruyendo, y algo de eso es lo que estamos viendo en la calle.

Sánchez: Lo que verdaderamente me interesa en nuestra obra es la parte metafórica de esa mendicidad. El público verá esa otra  mendicidad de la calle, y de  la que hablamos, porque es necesario que se vea. Pero, en mi opinión, la única manera de no ser cómplice de esa real mendicidad social es “elevarla”. Por eso la transformación de los personajes en Segismundo,  Prometeo y Rey Lear. Con la  escena de la actuación de los mendigos, quisimos elevar a esos seres, darles grandeza y no quedarnos en un único plano social, porque la “altura” de la obra podrá lograrse a través de un buen trabajo, pero no es suficiente ni tampoco la única altura.

Calonge: Dar grandeza a esos mendigos es defenderlos de ese estado de penuria extrena, tan dura que uno puede ver coartado el impulso de escribir. Pero luego, cuando uno piensa que dejar lo que vemos en ese nivel de cartón, suelo y mugre es no defender un postulado sino ser cómplice de la maquinaria que intenta obtener más poder, cuando entendemos eso el impulso de escribir se restablece. No hacerlo sería “patinar en el vacío”.

Propósito que en la obra se magnifica al incorporar música...

Calonge: Había que entronizar esa escena. Darle solemnidad y elegimos un fragmento de la obertura de Samson y Dalila, (Dieu!), de Camille Saint-Saëns. 

Distintos pero vitales son los pasajes musicalizados con un bolero...

Calonge: Eso fue muy curioso porque estábamos ensayando con esa música grabada por La Sonora Matancera. Es Quién será  cantado por Nelson Pinedo. Un día quise saber qué había sido de la vida del bolerista y supe que mientras nosotros lo escuchábamos durante el ensayo Pinedo había muerto en un albergue de indigentes. A veces la creación es magnética y la eternidad se instala en  nuestro tiempo.

¿Cómo es el público de una compañía en permanente gira?  

Calonge: A veces sorprende a quién y cómo puedan llegar las obras. Saberlo es muy necesario porque da sentido a nuestro trabajo. Para algunas personas La Zaranda ha sido importante, no por la Zaranda obviamente, sino porque en un momento de su vida le ha llegado una frase, una imagen, un “algo” determinado de nuestras obras. En Montevideo hemos recibido muchos de esos testimonios.  

Sánchez: Uno no hace teatro pensando en un público determinado. Después de Argentina, vamos a Colombia, regresamos a España y partimos al Festival Internacional de Toga, en Japón. Lo hermoso del teatro es que  puede reunir a personas de distinta condición social y de todas las edades. Nuestra suerte es contar con un público muy heterogéneo.

Calonge: En Buenos Aires y en algunas provincias hay cultura teatral. Pero hemos hecho teatro en ferias de pueblo, en México, en Aguascalientes, y el resultado ha sido muy bonito. Como decía el escritor y filósofo Miguel de Unamuno, “cuando escribes llegas al alma del espectador que la tenga.”.  Porque hay espectadores desalmados, ¿no? 
 
Sánchez:  A alguna gente no le gusta cuando el teatro sirve para mirarse al espejo. Y a veces pasa que prefiere el marco. Al espejo hay que buscarlo dentro de uno. La mayoria de las veces,  el espectador no quiere mirarse en ese espejo porque le da miedo. Algunas personas dicen ante lo que les molesta: “esto es muy fuerte”, y lo apartan, como si fuera algo ajeno.  Pero en el momento en que la  persona entra en lo que ve y abre su alma, ahí siente que puede interrogarse. Vivimos en una época en la que la gente no quiere eso y prefiere entrar a Internet y ver qué se dice de ella y por lo tanto “quién es”.

¿Qué se intenta mostrar con el personaje del empleado cesanteado?

Enrique Bustos:: Ese personaje es el que hace de nexo con el público, y posiblemente el nexo más cercano. Es un poco el anzuelo, porque quien se haya visto en una situación semejante puede que se sienta identificado y entre mejor al “mundo” que planteamos en la obra. Saber que somos vulnerables nos hace entender mucho más cómo podemos llegar a una situación semejante. 

Ahora todo es noche (Liquidación de existencias)
por La Zaranda, Teatro Inestable de Ninguna Parte

Texto: Eusebio Calonge
Actuación:  Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez
Iluminación: Eusebio Calonge
Espacio escénico: Paco de la Zaranda
Música: Dieu! Dieu! D'Israel! Obertura de Samson y Dalila, de Camille Saint-Saëns
Quién será (bolero). Nelson Pinedo con La Sonora Matancera
Dirección: Paco de la Zaranda
Producción: Sebastián Blutrach
Lugar: Teatro Picadero. Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857.          
Funciones: sábado a las 22.15 y domingo a las 21 hs.

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